A pesar de que la incorporación de la mujer al empleo
sigue creciendo en todo el mundo, la desigualdad laboral, los contratos
parciales y el desigual reparto de tareas son todavía un handicap para
alcanzar una situación de justicia laboral. Recordamos algunos datos sobre el
mercado laboral femenino en el mundo:
Menos del 50%
de mujeres tiene un empleo:
El 48% de las mujeres en todo el mundo tienen un empleo, frente al
73% de los hombres. La zona del planeta con mayor desigualdad es el norte de
África, donde sólo trabaja un 18% de la población femenina frente al 68% de la
masculina.
En el mundo, las mujeres ostentan el 24% de los
puestos de alta dirección, según datos de ONU Mujeres.
Las mujeres ostentan el 4,2% de los puestos de
dirección general en las 500 empresas más importantes incluidas en la lista
2013 de la revista 'Fortune'. La primera que encontramos en la lista es Meg
Whitman, presidenta y CEO de Hewlett Packard, en el puesto 15. En efecto, las
mujeres deben superar
varios obstáculos para
acceder a los altos cargos.
En la Unión Europea, el 32% de las mujeres trabajan
con un contrato a tiempo parcial, lo que supone un porcentaje cuatro veces
superior a los hombres(8%). Las causas son el cuidado de hijos, mayores o
personas enfermas (para el 45% de las contratadas en esta modalidad) y el no
encontrar un trabajo a jornada completa (para un 24%).
Qatar y Emiratos Árabes Unidos, dos de los países más
ricos del mundo, dificultan a las mujeres trabajar o realizar negocios, ya que
se vulneran derechos básicos de la mujer, como no condenar el acoso sexual o
impedir a las menores de 30 años viajar sin un acompañante masculino o reservar
una habitación de un hotel.
En Arabia Saudí, el Ministerio de Trabajo exige la
separación de hombres y mujeres en las empresas y ha determinado 24 profesiones
en las que prohíbe trabajar a mujeres, como la minería, el petróleo, el gas o
la construcción.
Uno de los grandes obstáculos de la mujer para su
desarrollo profesional, y, sobre todo, para asumir puestos directivos en las
empresas, es la llamada "doble jornada". Es decir, el trabajo no
remunerado que se realiza en casa cuidando a los niños, mayores o enfermos,
organizando la vida familiar y realizando las tareas domésticas.
En la Unión Europea, sólo el 3% de las familias comparten
igualitariamente las tareas domésticas, según la Encuesta de Usos
del Tiempo. En España, las mujeres dedican de media tres horas más que los
hombres a tareas relacionadas con el hogar y la familia.
La distribución
desigual de los salarios es un problema en todo el mundo. Si
vien la incorporación de la mujer al empleo ha aumentado, las condiciones de
trabajo y los salarios son muy diferentes:
- En Alemania, la remuneración de las mujeres es,
de media, un 23% más baja que la de los hombres, según la Oficina Federal
Estadística.
- En Bolivia, los hombres representan el 56,5% de
la población ocupada y son perceptores del 67% del total de ingresos del
trabajo; en cambio, las mujeres trabajadoras son el 43,5% de las personas
ocupadas pero solamente obtienen el 32% de ingresos.
- En Bulgaria, las mujeres deben trabajar hasta 40
días más que los hombres para tener los mismos ingresos. La desigualdad
salarial entre ambos sexos es del 15,7% de media a favor de los varones.
(ONG Comité Búlgaro de Helsinki).
Las mujeres producen el 80% de los alimentos en el
mundo pero solo es propietaria del 1% de las tierras, ya que en muchos casos se
limita su acceso a obtener crédito bancario o a ser titulares.
La discriminación de la mujer en las zonas rurales es
un problema global, ya que afecta directamente a la capacidad de alimentar al
planeta. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), en el caso concreto de México, la mujer es propietaria del
20% de los terrenos y sólo se les permite acceder a "microcréditos",
lo cual limita su capacidad de crecimiento y sus posibilidades de salir de la
pobreza.
Un acceso equitativo a los recursos agrícolas
incrementaría la producción de alimentos entre 1.5 y 4%, según Naciones Unidas.
Este aumento reduciría en 150 millones el número de personas que sufren hambre
crónica en el mundo.